Tercer capitulo

20:01

Titulo: Irresistible
Autor: Luana Montagna
Genero: Romántico, realista.
Edad: 12 años (contiene Bullying)
Luego de esas vacaciones, no sé porque en el colegio se comportaba raro. En los dos últimos años no volvimos a hablar, solo eran miradas, gestos y saludos a larga distancia. Cuando pasaba a su lado sus amigos reían y me decían comentarios ofensivos. Ezequiel nunca me defendió. Permanecía callado y reía con ellos. O al menos eso demostraba.
Con Roxy si hablaba y ella tampoco comprendía que sucedía con su hermano.
Algo cambió en él. Pero… ¿Por qué ahora sí me habla? ¿Por qué ahora sí me trata bien?

—Mis “amigos” últimamente no me toman en serio, me ignoran. Me siento invisible a su lado —Me explicó. —Y todo es por una chica.

Ambos nos quedamos en silencio por unos minutos. Este fue interrumpido por los gritos que provenían del otro lado de la ventana.

—Nosotras también… —Hice una pausa mirando al suelo. Y luego añadí: —Por dos chicos, de hecho.
—Oh… ¿Cómo sucedió?
—Fuimos a bailar a Rixon’s, conocimos a dos chicos; Gordon y Erik. Alisson besó a Gordon y Clarie a Erik —Miré nuevamente al suelo. Jugué con mis manos y mi vista volvió hacia Ezequiel. —En menos de un mes, Erik coqueteó con Alisson y Clarie. Gordon conmigo y Emily. La única que siguió coqueteando fue Alisson con Erik. Ella cambió mucho y por ende nos cambió por las otras chicas de nuestro curso. En un momento no se había dado cuenta. A su ex mejor amiga, April, la abandonaba todo el tiempo… y un día nos dijo que éramos aburridas, que prefería ser como las otras. Yo estaba muy enojada con ella ese día, le dije que si eso es lo que quería, que se vaya. Y se fue…
Así que ahora somos Clarie, April y yo —Suspiré indignada.
—Eso no está bien… ¿Intentaron arreglar las cosas? —Preguntó interesado por el tema.
—Sí, pero Alisson no nos dio bolilla —Suspiré otra vez. —Bueno, ¿Y qué pasó con ustedes exactame…
Y bueno, mi suerte nunca es buena. No terminé de formular la pregunta ya que los demás alumnos llegaron del recreo junto con el profesor.

*Fin del flashback*

Caminaba por el patio buscando a April por todos lados, ya que, me dijo que había llegado al colegio. Luego de dar vueltas por casi todo el colegio me coloqué en una columna que se hallaba cerca de la puerta principal. Tomé mi celular. Ninguna llamada de April, ni ningún mensaje. Lo malo de todo esto era que no tenía crédito porque intenté abrir desde mi teléfono mi e-mail para revisar mil veces los correos. No tuve suerte con ello…
Lana y su grupo pasó cerca de mí. Miré al suelo simulando no verlas. Tampoco tuve suerte con esto.

—Vaya, vaya… —Dijo Lana apoyando cómodamente su brazo alrededor de mí cuello. — ¿A quién tenemos aquí? Ah sí, a Lucette “la Perra” Henderson —Giré mi vista hacia ella.
— ¿Qué quieres? —Pregunté fastidiosa.
— ¿Acaso no puedo hablar con mi mejor amiga?
— ¿Mejor amiga? —Preguntó Nicole — ¿Desde cuándo? Si está pobre perra no tiene amigos.
—Tienes razón, Nicole —Rió alejándose de mí. — ¡Que torpe fui! —esbozó una siniestra sonrisa.
— ¡Déjame en paz! —Grité. — ¡Metete en tu vida!
Alice jaló fuerte mi cabello, gemí de dolor, mientras que Lana y Nicole se acercaban desafiantes hacia mí. En sus ojos podía reflejarse todo el rencor y la ira. ¿Rencor e ira de qué? Si yo no había hecho nada que las involucre a ellas o a alguien de este instituto.
—La única razón por la que no te pegaremos es porque ahora estamos aquí y no afuera —Explicó Lana. —, pero en la salida no te salvas… aunque una cachetada no estaría de más. —Intenté apartarla con mis brazos, pero Nicole los había agarrado.
¿Cómo puede ser que en este lugar no haya profesores dando vuelta para prevenir cosas como esta? La cachetada que recibí fue fuerte. Picó un instante y luego el dolor se instaló en aquella zona de mi cara.
—Creo que quiere otra —Dijo sínicamente Alice.
— ¿Quieres otra? ¿Eh? —Preguntó tomando mi barbilla con su mano izquierda. —Dale gorda, respóndeme, no tengo todo el día
— ¡Déjenme!
—Te diré algo. ¿Sabes por qué no te golpeamos en el rostro? Porque ya eres lo suficientemente fea para todos… —Hizo una pausa. — ¡Imagina si te vieran golpeada! —Exclamó. —Todos se asustarían de ti.
— ¡Déjenme! —Volví a repetir.
— ¿Para qué? ¿Para que vayas corriendo al baño a vomitar o a cortarte?
—Déjenla.
Lana y Nicole voltearon en cuestión de segundos.
Debido a mis ojos nublados a causa de las lágrimas que brotaban de ellos, no pude ver quién estaba detrás de ellas pero su voz se me hacía muy familiar.
— ¿Y tú eres? —Preguntó Alice.
—No importa quién soy, solo suéltenla.
Nicole y Lana se abrieron. Lana hizo un gesto con la barbilla y dijo: —Suéltala.
Alice me soltó y luego me empujó. Vi como Ezequiel se acercó a mí. Choqué con él, quien luego, me tomó por la cintura haciéndome sentir segura.
—Váyanse antes que llame al director.
—No le tenemos miedo.
—Bien, si eso es lo que quieren… —Nos dirigimos hacia la puerta de la oficina de este.
— ¡No, para!
— ¿Qué? —Bufó alzando una ceja.
—Ya nos íbamos.
Tomaron sus pertenencias y se fueron. Ezequiel y yo no sentamos en uno de los bancos que se encontraban en el pasillo. Mis lágrimas no cesaban. Hubiera deseado que él no viera esa escena, pero en fin.
—Oye… No llores, ¿Sí? —Trató de consolarme.
— ¡Ay no! —Oí detrás de mí. —Luci, ¿Eres tú?
—Sí, es ella… —Contestó Ezequiel. — ¿Tu eres April?
—Sí. —Se sentó a mi lado y me abrazó. Le correspondí. —Hey, chiquita. No llores. Ven, vamos a tu casa.
—No, no quiero ir a casa. Mis padres están allí.
—Ya hablamos sobre esto —Suspiró. —Me dijiste que ibas a hablar con ellos…
—Cuando esté lista, lo haré —Me miró con mala cara y bufó.
—Entonces, ¿Dónde quieres ir? No hay muchos lugares…
Nos quedamos en silencio pensando unos segundos.
—Vengan a mi casa —Propuso Ezequiel. —Mis padres no están, tampoco mi hermana.
—Excelente, problema resuelto.
Lo miré de reojo y sonreí. —Gracias.
—No hay de qué, vamos.

Nos pusimos de pie y salimos por la puerta principal, luego, comenzamos a caminar.
La casa de Ezequiel quedaba a solo dos cuadras. Lo sé porque una vez lo vi entrar con el auto de su padre.
Durante la caminata, nadie habló. April me consolaba con sus abrazos, mientras que Ezequiel nos guiaba. No pensaba volver al instituto por la tarde. Lana y su grupo dijeron que me seguirían hasta mi casa y me pegarían. No quería ser golpeada otra vez. A mi corta edad ya había sido golpeada más de cinco veces en un mismo año. Mis padres no saben nada. Cada vez que eso ocurría me refugiaba en la casa de mi vecina, es mayor de edad y vive sola, ahí ella me ayudaba a curar algunas heridas. Nunca me pegaron en la cara., solo en el estómago, los brazos y las piernas.

—Llegamos —Dijo.
—Nunca había visto tu casa... —Dijo April. —Y eso que paso mucho por aquí.
Él sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta. —Pueden dejar sus bolsos sobre el sillón. Ezequiel rió. — ¿Quieren tomar algo? —Se acercó a la heladera y la abrió. —Tengo... Sprite, jugo de naranja... y agua, ¿Qué quieren?
—Sprite —Dije en un suspiro.
—Jugo —Dijo April.
Nos sentamos al rededor de la mesa del comedor, en las sillas.
— ¿Qué te hicieron? —Preguntó April.
— ¿Eh? —Mi mente estaba en otro lugar.
—Lana y las demás.
—Oh, ellas —Dije débilmente. —Me amenazaron... Lana me dio una cachetada fuerte... —Miré mis muñecas. —, también me insultó... Alice me jalaba el cabello. Y Nicole sujetaba mis brazos y apretaba muy fuerte, las cicatrices me dolían.
—Aquí tienen —Ezequiel apoyó los vasos con líquido en la mesa y se sentó a mi lado.
—A ver, quiero ver cómo están…

No me animaba a mostrar mis brazos, mis cicatrices de la guerra que tengo conmigo misma, no con Ezequiel aquí.

—Vamos, tarde o temprano él lo sabría —Lo miré. Lucía preocupado…
Suspiré y subí las mangas de mi campera. April tomó mis brazos y los colocó sobre la mesa.
—Ay cielo… —Murmuró. —Quítate la campera —Realmente se veían mal. Ni siquiera había notado que mis mangas se mancharon de sangre. —Oye, ¿Tienes botiquín de primeros auxilios? —Le dijo a Ezequiel mientras se ponía de pie.
—Si, está en el baño. Subes la escalera y dirígete a la última puerta a la derecha.
—Gracias.

April se fue dejándonos a ambos solos en un silencio el cual fue interrumpido por mí segundos después.
—Lo siento… —Dije mirando mis brazos asquerosamente pintados de color rojo.
—No lo sientas, ¿Sí? —Tomo mi rostro con ambas manos. —Yo también hice algo que oculte estos últimos años…
— ¿Qué? —Se quitó el buzo y me enseñó sus brazos. Logré ver cortes con costras. Nuevamente mis lágrimas mojaban mis mejillas en su totalidad.
— ¿Por qué lloras? —Preguntó abrazándome. —No llores, me harás llorar a mí.
—No sé, quizá por nada o por todo. Realmente no lo sé —Sollocé y le miré a los ojos. —Sé que es muy estúpido decirlo y que no es fácil dejarlo, pero no quiero que lo hagas más, ¿Sí?
—Yo tampoco quiero que lo hagas… ¿Me prometes no hacerlo?
—Te prometo intentar…
—Por ahora, con eso me basta —Sonrió.
Nos abrazamos. Creo que no le importaba que su remera verde quedara con sangre debido a mis cortes abiertos. Su abrazo era reconfortante y me sentía a salvo en él, así como ocurrió cuando me salvó de Lana y sus secuaces.
—T-te amo, Henderson.
—Y yo a ti, Pevensie.
—Me estás haciendo llorar… —Rió.
—A mi también —Sollozó April apoyada en el marco de la puerta.
Reí levemente.
Ezequiel y yo nos miramos fijamente a los ojos.
Me besó.
Lo besé.
Nos besamos.

Ese beso hizo que me despeje de todo lo malo que habitaba en mi mundo. Todos los pensamientos negativos que rodaban en mi mente. Comencé a sentir lo mismo que sentí aquel último día de verano. En mi estómago se sentía un cosquilleo sin fin.
Lo que para April, que observaba la escena, fueron segundos, pero para mí fueron minutos. Minutos extremadamente muy largos.

—Entonces... —Dijo April para, romper el hielo. — ¿Te curo las heridas?
Aclaré mi garganta y me separé de Ezequiel.
—Sí, claro —Volví a mi asiento y ella abrió a mi lado el maletín. De allí sacó alcohol, algodón y vendas. Al cabo de unos segundos mis heridas ardían demasiado ya que ella había colocado el algodón con alcohol en mi brazo derecho.
—Lo siento —Se disculpó.
—Descuida, merezco esto y más.
—No digas eso, Luci.
— ¡¿Qué quieras que diga, Eze?! —Alcé la voz.
—Tu no te mereces nada de las cosas que te suceden... —Acomodó un mechón detrás de mi oreja. —Alguien me dijo que Dios nos daría a todos una vida feliz, pero primero nos enseñaría a ser fuertes.
—Mañana definitivamente iremos a hablar con Eizen—Ordenó April.
— ¿Por qué hoy no? —Preguntó Ezequiel.
—Hoy no está en el turno de la tarde.
—Oh, si... recuerdo.

Iba a quejarme, pero no tenía caso hacerlo. Eizen era el psicólogo del instituto.
Ayudó a muchas personas, a quienes no puedo recordar mucho, a salir de las drogas, el cigarrillo, con la bulimia, la anorexia y los cortes. Él es y será por siempre nuestro psicólogo preferido aquí en Pal High School.

Al momento de ponerme las vendas, Ezequiel pidió hacerlo. Lo hacía delicadamente, y cada tanto me miraba y sonreía.
Luego, yo le curé sus heridas, por más que no se notaban mucho, quería hacerlo. Le coloqué pedacitos de vendas.
— ¿Y ahora qué hacemos? —Dije. —Tenemos veinte minutos de sobra.
— ¿La portera nos dejará entrar? —Preguntó April.
—No lo sé —Reí. —Pero no perdemos nada con probar —Aseguré.
—Aguarden, yo necesito un buzo, una campera, no sé algo para tapar mis brazos... —Además de que se aproximaba el invierno, tenía que ocultar las vendas, el frío no me importaba mucho.
—Ten —Ezequiel me alcanzó su campera de egresados que se encontraba en la percha. Esta era negra con detalles en blanco y rojo. Detrás de ella decía "Pevensie" en blanco. —Yo me pondré el buzo que llevaba recién —Tomó mi abrigo


Salimos de la vivienda y nos encaminamos hacia el instituto.
—Aguarden —Dije en seco deteniéndome rápidamente.
— ¿Qué? —Dijeron Eze y April al mismo tiempo.
—L-Lana dijo que me seguirían luego de clases y cuadras antes me pegarían... —Guardé mis manos en los bolsillos de la campera negra. —No quiero que me golpeen otra vez —Abracé mi cuerpo con temor recordando lo que sucedió la vez pasada.
Lana, Alice y Nicole me siguieron ese día. Yo prestaba atención a mi camino de regreso a casa. Nunca creí que volverían a pegarme luego de que el director las haya suspendido una semana.
Vivo en una zona la cual hay días que es tierra de nadie. Asesinatos, violaciones, peleas y más.
Estaba por cruzar la calle y alguien me tomo del brazo derecho, al darme vuelta recibo un golpe directo a la nariz.
Luego de eso, recuerdo haber estado tirada sobre el césped y piernas pegándome por doquier, menos en el rostro. Terminé desmayada. Cuando desperté me encontraba en el hospital. Me dolía todo el cuerpo. April y Clarie estaban conmigo. Mi padres también. Ellos creían que me habían robado pero mis amigas perfectamente sabían que había sucedido.
No fui al colegio por una semana. Tenía que descansar. Mi cuerpo tenía que recuperarse.
— ¿Eso ocurrió hace dos meses, verdad? —Preguntó Ezequiel.
—Sí —Respondí con tristeza. —Cuando volví al instituto me choqué contigo en las escaleras, tiraste mis libros por error. Yo no te miré, ni siquiera te di las gracias. Solo tomé lo que era mío y me fui.
— ¡Me siento un tonto! —Exclamó pateando la pared. —¡Auch! ¡Mierda! —Sobó su pie.
— ¡Basta! No es tu culpa.
—Sí, y no estuve para ti cuando me necesitabas... —Lo abracé para tranquilizarlo. —Y todo fue por una estupidez, una torpe y muy estúpida decisión que he tomado sin pensarlo.
— ¿Qué? —Pregunté. — ¿De qué hablas? ¿Qué decisión?
Suspiró: —La verdad es que discutí con mis amigos por ti. Hicimos una apuesta… —Me miró apenado. — Les grité por haber creado todos los falsos chismes. Por todo el mal que te han hecho. Por todo lo que sufriste. —Hizo una pausa. April y yo lo miramos neutras. —Todo fue culpa de Steff. Ella estaba celosa de ti.
— ¿De mí? —Pregunté sorprendida.
—Sí, de ti. Mucho, de hecho. Ella creó los rumores, ella puso a todos mis amigos y compañeros en mi contra para que se peleen conmigo. Está loca…—Suspiró resignado. —Creí que era mi amiga, que siempre me iba a apoyar en las decisiones que tomara.
—Ahora todo tiene sentido…
— ¿Qué quieres decir, April?
— ¿Te acuerdas en las reuniones que te hacía pasar momentos vergonzosos?
—Sí…
—Bueno, aquí está la razón —Señaló a Ezequiel sin disimulo alguno. —Lo siento, Pevensie.
—Descuida.
—Bueno, ya… vamos o llegaremos para que nos cierren las puertas en las narices.

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