Prologo

14:28

Titulo: ¿Quien es el que me quiere?
Autor: Diana Barrea
Genero: Fantasía, romance, suspenso
Edad: Apto para todo publico
Prologo¿Por qué sonríes como si hubieras contado un secreto?
Tengo un secreto,
¿Puedes guardarlo?
Jura que lo protegerás;
Mejor guárdatelo en tu bolsillo
Llevándotelo a la tumba.
La sangre me arde, mientras recorre todo mi cuerpo. Levanto mi mano y veo como va cambiando lentamente a azul. ¿Por qué tarda tanto? Estoy frente a miles de personas y me tengo que demostrar fuerte. Pero, esto me está lastimando. Bajo mi mano agarrándome del barandal y así, miro a la gente de abajo.
Werewolves, millones de ellos, nunca los había visto tan felices desde la guerra de Sangre azul. Miro hacia atrás, mientras arreglan mi cabello rubio. El rey García Séptimo, hace un discurso… ¿Cómo se anima a dar la cara, después de hacer tal guerra? Miro a su hijo, que al igual que yo mira a los viejos revolucionarios, esperando que alguien nombre a los lobos caídos.
Desde arriba hace mucho frio ¿Cómo estará el día en Blulood? No salí del castillo desde que me eligieron como princesa. Tuve que pasar por varias pruebas de educación y modales. Además de tener que probarme un antiguo zapato de la madre muerta del príncipe, William. ¿Cómo es que fui la única a la que le quedo, y además, le lucia bien? Muchas de las Mundanas del reino teníamos la misma talla de zapato. Tal vez, el cuento de la Cenicienta, no es tan estúpido como pensaba.
Una vez nombrado a William García Octavo, este se aclara la garganta para conmemorar a los muertos del cementerio que estaba justo al lado de este balcón. Allí, descansaban en paz miles de Werewolves. Ningún hibrido, aunque está completamente prohibido tener algún tipo de relación con un lobo. Y ningún Mundano, menos los de sangre azul, nosotros tenemos nuestro propio cementerio, enrejado por barras de bronce traídas desde un viejo país llamado Francia. Lo que sea que signifique eso.
Escucho que el hombre, con ya sus 80 años, me nombra –Perrie Louise James de García- recuerdo lo que tenía que hacer, automáticamente, vuelvo a levantar mi mano hacia mi nuevo esposo y el agarra el anillo sostenido por su pequeño hermano de seis años.
Toma mi dedo anular, y acomoda delicadamente el círculo de oro. Agarramos nuestras lapiceras, del mismo color de tinte que ahora es mi sangre, ya completamente azul. La hoja es un contrato que nadie nunca leyó, y que nadie nunca supo quien lo hizo. Yo tampoco lo leería ahora. Al igual que mi esposo, firmo en mi zona debajo del papel.
Se escucha un –Puede besar a la novia- y así, William se acerca. Sus labios siempre fueron una debilidad para mí, son gruesos, y a la vez pequeños. Su color no tiene ningún parecido al de los otros, rojizos. Se ven… ¿deseables? Y pensando en esto, fue así como se realizo nuestro primer beso.
Detrás de él, por debajo del balcón, esta Jave mirándonos. Un viejo amigo de William. Y aunque esté prohibido relacionarse con Werewolves, se hablan sin ningún problema. Tiene una mueca de tristeza, de sufrimiento ¿o de dolor? No lo sé, pero se va corriendo dentro del castillo.
Apenas termina la ceremonia, me disculpo con buenos modales y me adentro en el gran lugar. Me encamino, guiándome por el olor de Jave, a donde esta él.
-¿Jave?- pregunto con la voz quebrada.
-¿Si, Perrie?- la suya es fina, educada, y habla como si nada hubiera pasado.
-Tengo algo que quiero contarte, pero… Tienes que prometerme que nunca se lo contaras a nadie…- susurro.
-Te lo prometo- dice de una forma burlesca.
-¿Lo juras por tu vida?- pregunto ahora más firme.
-Lo juro por mi vida- asiente con la cabeza, pero en su tono se escuchan rastros de mentira.
Me acerco mirándole a los ojos.
Si te lo enseño, entonces se que
No contaras lo que te dije
Porque dos pueden guardar un secreto
Si uno de ellos está… muerto
-Te amo…- vuelvo a susurrar. Rozo nuestros labios, y le doy un beso, acariciando su nuca y separándome de él apenas se me acaba el aire.
Finjo querer volver a besarlo, acariciando su pecho y después, deslizando mis manos por su cuello.
Porque voy a terminar haciendo solo una cosa.
Asfixiarlo.
¿Por qué cuando hacemos acciones oscuras, lo contamos?
Arden en nuestro cerebro, convirtiéndose en un infierno.
Porque todo el mundo cuenta.
Pero nadie lo guarda.


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