Cuarto Capitulo

22:19

Titulo: Irresistible
Autor: Luana Montagna
Genero: Romántico, realista.
Edad: 12 años (contiene Bullying)
Todo empeora. Mis notas, mi autoestima, mi soledad. Todo. Por más que April, Ezequiel y Clarie estén conmigo me siento sola. Este vacío que vive en mí ser no se va, no se quiere ir.
Necesito hablar con Eizen, quiero liberarme de ello, sea lo que sea. Y pronto. Pero la realidad era que él no estaba, esa era la pura y cruel realidad.
Bueno, realmente, hacia allí me estoy dirigiendo, este el o no. A la sala de espera.
Al llegar al lugar, de pareces verde pastel y silencioso, detrás del mostrador vi que se encontraba la secretaria observando atentamente la pantalla del ordenador. Esta llevaba anteojos de lectura, una camisa rosa y cadenas que colgaban de su cuello, no tendría más de cincuenta y cinco años. La sala se encontraba casi vacía, una chica de cabello rojizo se encontraba sentada en una de las sillas leyendo tranquilamente, supongo que no se habrá dado cuenta que entré, estaba muy concentrada. Volví mi vista hacia la secretaria y me acerqué al mostrador.
—Hola Helen —dije sonriendo. La secretaria minimizó rápidamente la ventana de un juego, creo que era el Solitario.
—Hola Lucette, ¿cómo estás? —Preguntó rápidamente acomodándose en su silla.
—Bien, muchas gracias —respondí — ¿Eizen está aquí hoy? —Pregunté sabiendo muy bien que la respuesta...
—Sabes que los miércoles por la tarde no se encuentra aquí...
—Quizá mi suerte podía ser distinta hoy —suspiré —, de todos modos, ¿puedo quedarme aquí hasta fin de hora? Es que no quiero regresar a clase.
— ¿Te escapaste de la clase? —preguntó sorprendida.
— ¿Qué? ¡No! Le dije a la profesora de literatura que vendría a hablar con Eizen.
—Bueno, está bien, puedes quedarte... pero no hagas desastres.
Le agradecí y me senté junto a la chica pelirroja. Solté ligeramente la mochila que llevaba sobre mi hombro al suelo. La observé por unos segundos, podía jurar que la conocía de algún lado... el problema era que mi mente tenía que buscar por sus rincones de donde. Luché por recordar de donde la conocía pero me rendí, y tampoco iba a interrumpir su lectura. Así que tomé de mi bolso una lapicera y mi cuaderno de dibujo. Garabateé el signo infinito en el medio de la hoja, su tamaño no era ni tan grande ni tan pequeño luego, dibujé líneas onduladas. Al cabo de unos varios minutos descubrí que estaba dibujando a una chica sentada mirándose a un espejo. Observé con detenimiento aquel trozo de papel. En el reflejo, ella no tenía rostro, era como si no existiese o no sé.
— ¿Qué dibujas? —me sobresalté al escuchar la voz de aquella chica —Oh, lo siento, ¿te asusté?
—Para serte sincera, sí —respondí riendo nerviosamente.
—Lo siento —rió —Me llamó Noemí, ¿tú eres Lucette? ¿Lucette Henderson?
—Sí, ¿de dónde me conoces?
—El grupo de auto-ayuda Helpyou.
—Oh, ya sabía que te conocía de algún lado —sonreí — ¿Noemí Jackson, verdad?
—Sí —guardó el libro que estaba leyendo en su mochila — ¿Qué dibujas? —preguntó nuevamente.
—Oh, ¿esto? —Asintió —Es... —miré el cuaderno —Ni yo sé que es, bueno... lo único que sé es que es una chica viéndose al espejo, pero no tiene reflejo… supongo que soy yo, que así es como me siento, invisible o nadie.
—Arriba ese ánimo, ¿sí? —dijo tomando mis manos —sé lo que sucedió. Hoy fui a la clase de Harries y no sé porque Lana estaba allí pero oí que hablaban de ti, que en el almuerzo te sorprendieron y unas cosas más.
—Y dijo que a la salida me iba a perseguir, ¿verdad? —Noemí asintió — ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro, dime.
— ¿Tu no crees todos los rumores que dicen o decían sobre mí, no?
—Seré honesta, ¿sí? En un principio sí creí que eran reales, luego cuando vi tus publicaciones en el grupo entendí que en mi mente te juzgué un poco sin saber la realidad de las cosas. Pero nunca hablé de ti con otra persona.
—Gracias por ser sincera conmigo —sonreí.
—No hay de qué —se puso de pie y se estiró un poco —iré a la cafetería, ¿quieres algo?
—No gracias, estoy bien.

Al irse Noemí tomé mi teléfono y entré al grupo de autoayuda de Facebook. Siempre entro y leo publicaciones de la gente de ahí, con la mayoría tenemos artistas de música en común y eso es genial, se podría decir que somos todos amigos.
Las publicaciones son de todo un poco, anorexia, bulimia, cortes, problemas de hogar, bullying.
Cada día, teníamos que hacer algo, como publicar una foto de alguien querido y cosas así. Hoy es miércoles, y había que publicar como había sido tu día.
"Hola a todos, les contaré como está yendo mi día...
La verdad es que en parte bien y en parte mal... primero vamos con lo malo.
¿Recuerdan a Lana y sus secuaces? A la mañana hablaron mal de mí, y yo estaba ahí cerca de ellas cuando las oí simulando escuchar música con mis audífonos y además dijeron que al finalizar el horario escolar me seguirían hasta casa y bueno, pasaría lo que pasó la última vez. En el almuerzo me acorralaron contra una columna, una de ellas me tomó por el cabello y lo jalaba, la otra mis brazos y apretaba muy fuerte lo que hizo que se me abrieran las cicatrices y Lana me pegaba cachetadas y me insultaba.
Mi profesor de taller faltó hoy debido a un accidente que tuvo, mis compañeros no me avisaron y me quedé completamente sola toda la mañana. ¿Saben a quién encontré en el aula del director de esa área? A Ezequiel. Estuvimos hablando un poco y luego Harries nos encerró dentro del aula durante el recreo por… la verdad es que no sé porque, nunca entendí a los profesores de taller pero, bueno. Me dijo que sus amigos ya no lo toman en serio y que sufrió un poco, se peleó con ellos por una chica.
¿Saben quién separó a Lana y las otras dos de mí? Aja, Ezequiel. Lloré en sus brazos, luego llegó April y Ezequiel propuso que vayamos a su casa. Allí April curó mis heridas.
Descubrí dos cosas, ¿saben? Lo primero es que Ezequiel se cortaba, no sé sus razones pero más adelante le preguntaré. Y lo segundo es que al fin sé quién creó los rumores y porqué… fue Steff, la ex mejor amiga de él, sé que él no tuvo nada que ver, le creo profundamente. Y yo creí en un principio a Steff mi amiga…
Bueno, finalmente, hoy después de clases iré a la casa de Ezequiel, es que me ofreció su casa para quedarme un rato hasta que mi madre termine de trabajar y me pase a buscar así Lana no me seguirá.
Ese fue mi día que no sé como seguirá. Me tengo que ir, los amo a todos x.
P.D.: ¡EZEQUIEL Y YO NOS BESAMOS! ¡Les juro que esta publicación no se las voy a deber! Ahora sí, adiós.”

Cuando pulsé ‘publicar’ sincronizadamente el timbre había tocado. El tiempo había pasado rápido porque intenté redactar lo sucedido lo mejor posible y luego lo leí tres veces seguidas para asegurarme de que esté bien. Tomé mi bolso, me despedí de Helen y me dirigí hacia la entrada. En los pasillos los alumnos ya se estaban yendo. Ezequiel me esperaba a pocos metros de donde me encontraba junto con April. Ambos me observaban mientras me acercaba a ellos, miré hacia mi derecha y Lana estaba solo a unos metros de mí, apuré el paso y salí del instituto con mis amigos.
— ¿Eizen estaba al final? —preguntó April.
—Nop —Lana me empujó con su hombro y siguió caminando. El rostro de April se transformó —Oye —la detuve —, déjala, no la sigas.
— ¿Cómo sabías qué iba a hacerlo?
— ¡Cielos, April! ¡Eres mi mejor amiga! —reí.
—Bueno, ya vámonos.
Ezequiel me abrazó.
— ¿Le avisaste a tu madre que te pase a casa buscar luego?
—La llamaré en tu casa, si es que puedo.
—Por supuesto que podrás.
Comenzamos a caminar. A diferencia del mediodía, ahora estaba soleado y hacía un poco de calor. Lana me observaba desde la otra punta, observaba cada uno de mis movimientos y acciones.
—Lana está mirándome —tragué saliva.
—Con nosotros aquí no puede hacerte daño —argumentó Ezequiel.
—Caminemos rápido, además, yo me tengo que ir ya —dijo April —No te hará nada, sé que le tienen un poco de miedo a él —Ezequiel, tanto como yo se impresionó —, ¿qué? No me pongan esas caras. Tú eres grandote de cuerpo y un poco alto a comparación de ellas que son unas pequeñas flacas escuálidas.
—Todo gracias al ejercicio —me guiñó el ojo y reí.
Primero nos dirigimos al bus escolar y nos despedimos de April, luego caminamos, Ezequiel y yo, tomados de la mano y lentamente hablábamos.
— ¿Roxy está en tu casa?
—No, hoy tiene partido de Hockey, si quieres podemos ir a verla jugar.
—Sería fantástico, se sorprenderá.
—Genial, en un rato viene mi padre y nos vamos al club de su colegio.

— ¿Quieres Sprite o jugo? —Preguntó abriendo la heladera una vez ya en casa.
—Jugo, por favor —tomé asiento en el sofá — ¿Puedo encender la televisión?
— ¡Claro! —Dijo en voz alta desde la cocina —pon lo que tú quieras.
El cambiador se encontraba en una mesilla cerca de la ventana que daba hacia la calle. Me paré y fui en busca de él. Tenía curiosidad de que había sido de Lana, sabía que nos había seguido hasta antes de cruzar la calle, la vi de reojo pero no dije nada.
Corrí un poco la cortina y ella… no estaba. Si soy honesta, creí que estaría allí sentada esperando a que salga, quizá era verdad lo que dijo April sobre que ellas le tenían miedo a Ezequiel.
— ¿Qué tanto miras hacia la ventana? —Al darme vuelta Ezequiel traía consigo una bandeja con dos vasos cargados de jugo de naranja y galletas.
—Nada es solo que quería asegurarme de que Lana no esté allí sentada esperándome.
—Hey —dijo en un tono de preocupación dejando la bandeja. Luego se acercó a mi —, despreocúpate ¿sí? —Tomó delicadamente mi rostro con sus manos— mientras estés conmigo nada ni nadie puede hacerte daño.
Mis ojos se humedecieron en cuestión de segundos y sentí electricidad en cada célula de mi cuerpo. Coloqué mis manos sobre las suyas. Comencé a acariciarlas. Sus ojos y los míos se miraban intensamente. Una lágrima cayó y se deslizó por mi mejilla. Luego otra y luego otra. Sí. Estaba llorando… otra vez.
—No llores, por favor —rogó abrazándome — no llores —repitió.
Mis lágrimas no obedecían. Me aferré muy fuerte a la parte superior del abrigo de él y sentí que subía su mano por detrás de mi espalda. Subía y bajaba, subía y bajaba. Me acariciaba.
Yo necesitaba llorar, necesitaba que alguien me abrace de la forma que él lo hacía. Necesitaba contención.
—Mejor iré a llamar a mi madre —dije entre sollozos luego de un minuto. Ezequiel me besó la frente —. Permiso…
Sequé mis mejillas y me deshice de los mocos con un pañuelo, luego tomé el teléfono que estaba colgado de la pared y marqué de memoria el número del trabajo de mi mamá.
Al segundo tono me atendieron.
—Confitería Grey’s, ¿en qué puedo ayudarlo?
Inmediatamente reconocí la voz que se encontraba del otro lado del teléfono, era Robin, el encargado.
—Hola Rob —le saludé —, soy Lucette, ¿está por casualidad mi madre por allí?
—Hola Luci. Sí claro, ya te paso, aguarda un momento.
—Gracias.
Me dejó en espera. La música sonó durante cinco segundos aproximadamente.
—Hola hija, ¿cómo estás? —Me saludó muy dulcemente que me empalagaba.
—Hola ma, mira, estoy en la casa de Ezequiel…
— ¿Pevensie? —Me interrumpió.
—Sí, el mismo —Suspiré —. En un rato vendrá Andrew, su padre —continué explicando —, y nos llevará al partido de hockey de Rox.
—Okey, ¿te llevan a casa luego del partido?
—Sí, eso creo.
—Bueno, avísame cualquier cosa, ¿de acuerdo?
—Claro.
—Te dejo, ¿sí? Tengo que seguir trabajando.
—Adiós mamá.
—Adiós.

El ruido de la televisión llamó mi atención. Una película muy entretenida y conocida estaban dando en la tele. Me acerqué al sofá, donde Ezequiel y me senté a su lado.
— ¡Ay! —Exclamé — ¡Lilo y Stitch! —Ezequiel largó una risilla baja — ¿Qué? —Reproché —Amo a esta película y no la veía hace mucho tiempo.
—A Rox también le encanta —Sonrió y corrió un mechón de mi cara.
—Sí lo sé —Sonreí también y mi vista se dirigió rápidamente a la bandeja sobre la mesa de madera donde se encontraban un jugo medio vacío y otro lleno junto a unas galletas.
Hace tres días que no comía, mi estómago pedía comida a gritos.
— ¿No vas a comer?
No respondí.
— ¿Hace cuanto no comes?
—T- Tres días —tartamudeé.
—Oh, no Luci… Tienes que comer —y me negaba rotundamente a hacerlo… a menos que… —, hazlo por mí —eso —, no está bien lo que haces.
—Sé que no está bien, pero quiero bajar unos kilos —dije mirando mi estómago.
—Hay formas más saludables y mejores.
—Lo sé.
—Te propongo algo —comenzó a decir —. Vayamos a correr todas las tardes luego de clases, ¿sí? Así nos mantendremos en forma. Pero tendrás que comer, no en exceso, solo lo justo y necesario —Le miré a los ojos por unos segundos mientras mi mente luchaba entre la decisión de un cuerpo sano y un cuerpo enfermo. —Clarie, April y yo te ayudaremos. ¿Qué dices?
—Está bien —suspiré.
— ¡Genial! Empezamos hoy, ¿de acuerdo? Mis padres, Roxy y yo siempre vamos a McDonald’s luego de cada partido de ella… Pediré una ensalada para ti.
—Gracias —dije y lo abracé.
—No hay de qué, enserio. Lo que hago lo hago por ti, por tu bien —me correspondió —. Ahora come al menos una galleta y todo el jugo que yo mismo exprimí está mañana.
No tenía opción, así que lo hice. Mordí un pedacito de la galleta que se sentía muy bien dentro de mi boca. Lo necesitaba, pero en parte sabía que no era lo que quería. Sabía que tarde o temprano cenaría y me iría al baño a provocarme el vomito.

Luego de aproximadamente veinte minutos, Andrew, el padre de Ezequiel entró por la puerta principal.
—Hola hijo —dijo dejando las llaves en la mesita del costado. Cuando me vio amplió más la sonrisa y abrió los brazos. — ¡¿Lucette?! —Me levanté del sofá y me dirigí hacia él para abrazarlo — ¡Que gusto verte otra vez!
—Lo mismo dijo, Andrew —respondí separándome de él luego del abrazo. Ezequiel se acercó a nosotros —. Tiempo sin vernos, ¿verdad? —El hombre asintió.
— ¿Por qué estás aquí? ¿Por el partido de Rox o por…? —Señaló burlonamente a su hijo.
—Yo creo que vino por mí más que nada —agregó Ezequiel.
—Sigue soñando, campeón —reí golpeando su hombro.
— ¿Vienes con nosotros al partido de Roxy? —Me preguntó Andrew.
—A eso vine realmente.
— ¡Excelente! Me cambio de ropa y nos vamos.
Subió la escalera hasta perderse en ellas.
—Estos padres de hoy en día —dije sacudiendo lentamente la cabeza y cruzando mis brazos.
—Son terribles, ¿no es cierto?
—Tú lo has dicho.
Al cabo de unos segundos ambos estallamos de risa.

Llegamos al instituto de Roxy y nos dirigimos a la cancha que se encontraba en el campo de deportes. Al entrar, divisé rápidamente a Rox, quién se encontraba en el banco de los jugadores y con otras chicas. El partido aún no había empezado.
Apenas ella me vio, cruzó la poca distancia que nos separaba y vino hacia mí con un fuerte abrazo.
— ¡Lucette!
— ¡Sorpresa!
Ambas reímos. Pusimos distancia entre nosotras.
— ¿Cómo has estado tanto tiempo? —Preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Muy bien, salvo un par de cosillas que luego te contaré, pero quitando a ellas de mi camino, estoy bien —suspiré — ¿Y tú? ¡Ay, estoy tan feliz de verte!
—Yo muy bien, por suerte. ¡Quedate a dormir a casa y me cuentas! ¿Qué dices?
—Llamaré a mi madre luego, seguro me dice que sí.
—Excelente —sus ojos se cristalizaron — ¡No puedo creer que estés aquí! ¡Te extrañé mucho!
— ¡Basta, me estás haciendo llorar!
Nos abrazamos nuevamente.
— ¡Roxanne Pevensie! —Dijo una mujer en un tono de enojo y preocupación detrás de mí —. ¡¿Puedes decirme dónde te hab… —Giré en dirección a ella. Era Marian, su mamá — ¡Lucette! —me abrazó dulcemente.
Estos últimos abrazos que recibí, los necesitaba. Definitivamente era mi segunda familia.
—Lo siento por interrumpirlas —se disculpó.
—No te preocupes, Marian.
—Bueno, luego hablamos, ¿sí? Roxy se tiene que preparar para el partido.
Me despedí de mi amiga deseándole suerte y me dirigí junto a Ezequiel a los asientos.
—Puedo jurarte que hace mucho no me siento feliz, no como hoy. —Dije secando lágrimas de felicidad.
—Ven —se puso de pie y tomó mi mano.



Caminamos por todo el campo oscuro, apenas iluminado por algunos faroles. Hablamos de todo. La hora junto a él pasó rapidísimo. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba terminando el partido y nosotros seguíamos allí.
—Aguarda —lo detuve con mi mano en su pecho.
— ¿Qué ocurre? —Frunció el seño.
Lentamente lleve mis manos a su nuca y me acercaba. Cerré los ojos. Pude sentir como él deslizaba sus brazos por mi cintura. También podía sentir su respiración. Nuestras narices se rosaron. Sonreí, y supongo que él también. Finalmente, nuestros labios se unieron en un dulce y delicado beso.
El tiempo paso lento o nosotros tardamos mucho, pero por sobre todas las cosas, fue algo mágico. Me sentía en un cuento de hadas. Nos separamos. Estuvimos un rato viéndonos a los ojos sin decir palabra alguna, ahora a la luz de la luna podía ver los suyos perfectamente. Sus ojos a simple vista mostraban a un chico normal, con sentimientos y secretos sin develar pero... si los miras bien, esos ojos negros dicen más de lo que te imaginas.
—Te amo —dijimos al mismo tiempo. Reímos.
Suspiré mirando al cielo oscuro y mis ojos comenzaron a... ¿Derramar lágrimas? Sí, eso eran.
— ¿Por qué lloras? —Me preguntó preocupado mientras me abrazaba.
Yo, con mi cabeza escondida en su cuello respondí: —Es que... —Tomé un poco de aire —, por primera vez en mi vida siento que alguien si me quiere enserio.
Sin más, me abrazó con más fuerza y acarició mi cabello.
—No estés así.
Me aferré a su camisa.
— ¿Quieres que te acompañe al baño?
Asentí.
Me separé lentamente de Ezequiel y entrelacé mi mano derecha con su izquierda.
Al llegar al lugar me esperó en la puerta pero aún así podía verme.
—Pasa, no hay nadie.
—No, me quedó aquí por las dudas.
—Si tu quieres —Reí — ¡Oh por Dios!—Exclamé al ver mi reflejó en aquel cristal.
— ¿Qué sucede? —Preguntó sorprendido.
— ¡Mi maquillaje! —Largó una carcajada — ¡No te rías! —Bufé, pero aún así contenía la risa por dentro —Suerte que solo es delineador y rímel.
Lavé mi cara con jabón y comencé a pintarme nuevamente. Sentí la mirada de Ezequiel observándome.
— ¿Qué tanto miras? —Pasé el delineador por el borde de mi ojo izquierdo y del parpado.
—Solo pienso en lo lindos e inteligentes que serían nuestros hijos.
—Largué una carcajada — ¿Qué? De seguro saldrían apuestos como yo e inteligentes como tú.
— ¿Apuestos como tú? ¡Ha!
— ¿Qué? ¿No soy apuesto? —Entró lentamente ya que nadie entraba ni salía y me tomó por la cintura. Lo observé desde el espejo.
—No —Guardé mis pinturas en mi bolso y giré para quedar frente a frente con él —. Eres hermoso.
Sonrió y me robó un beso.
—Date la vuelta así nos sacamos una foto. —Obedecí y de mi bolso sacó mi cámara, más bien, camarita profesional Nikon.
— ¿Cómo sabías que la tenía allí?
—Yo sé todo. —Besó mi mejilla y me entregó la Nikon. —Sácala tú.
El espejo era el doble de ancho que nosotros y dos cabezas más alto que Ezequiel.
— ¿Listo? —Pregunté.
—Aguarda, tengo que ponerme en mi pose grandiosa.
— ¿Tu "pose grandiosa"?
—Sh.
Me abrazó nuevamente la cintura: —Ahora te besaré la mejilla y tú sacas la foto.
Sus labios no llegaron a posarse en mi mejilla y saqué la primera foto, la segunda fue cuando sí me besó.
—Ya puedes descansar tu "pose grandiosa", Romeo... —Reí al verlo por el espejo —, me estás dando ganas de hacerte cosquillas... —Alzó los hombros en señal de "No me importa"
—Bueno, veo que no me dejas opción. —Guardé la cámara y con mis manos llegué hacia su cuello.

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